Algo está cambiando en la escuela catalana. Desde hace unos seis años han surgido centros públicos de atención infantil y primaria (CEIP) en los que el método pedagógico tiene poco que ver con lo que se hace en la mayoría de los colegios. Las asignaturas, entendidas como materias cerradas –matemáticas, lengua, naturales, etcétera–, no existen; se mezcla a los alumnos de diferentes edades, igual que ocurre en la escuela rural, pero no porque tengan pocos estudiantes, sino porque tratan de favorecer el trabajo cooperativo. El maestro no da clase, sino que acompaña a los alumnos en su particular proceso de aprendizaje. Cada vez son más, aunque todavía una minoría, debido a la creación de nuevas escuelas en los últimos tiempos. Así resulta más fácil crear un proyecto nuevo de cero. Los planes de autonomía de centro también han contribuido. Estos planes, hasta ahora experiencias piloto, se extenderán cuando se aplique la recién aprobada ley de Educación de Catalunya. La autonomía de centro permite a las escuelas e institutos diseñar un programa propio, adaptado a su proyecto y a su contexto, siempre que los alumnos adquieran las competencias que marca el currículo del Departament d'Educació.
Educació no tiene contabilizadas estas escuelas "no tradicionales", públicas y en un entorno urbano, "porque estas experiencias innovadoras surgen al margen del sistema, como reacción a ciertas dificultades", explica Joan Badia, director general de Innovació Educativa del departamento. Aun así, Badia intuye que "proliferarán". ¿Y qué dificultades son estas? Para empezar, "la escuela actual está obsoleta", afirma Montserrat Anton, directora del Institut de Ciències de l'Educació de la Universitat Autònoma de Barcelona. Los niños de hoy en día están sometidos a un gran número de estímulos, "y eso hace que tengamos que ensayar nuevas fórmulas para captar su atención, hacer que se interesen por aprender, motivarlos", añade. Esta experta en educación no reniega de la necesidad de memorizar y esforzarse, pero señala que se ha de dar "sentido" a lo que los niños aprenden, "no se puede montar la educación en abstracto". "En la escuela tradicional hay muchas cosas que chirrían", opina Conxita Olivé, directora del centro de educación infantil y primaria (CEIP) Ítaca, en Manresa. El Ítaca es uno de estos centros de nueva creación - entró en funcionamiento hace dos años y está ubicado en barracones-en los que se aplica una pedagogía diferente. Por ahora tienen 120 alumnos, hasta primero de primaria, y pronto estrenarán un nuevo edificio, con lo que ampliarán el número de líneas en cada curso. Aunque eso de los cursos es muy relativo en esta escuela. Los niños estarán mezclados en comunidades: la de los pequeños (P3, P4 y P5), la de los medianos (primero, segundo y tercero de primaria) y la de los mayores (hasta sexto). Estas comunidades se dividen en grupos de 20. "La sociedad en la que vivimos está formada por personas de diferentes edades; además, en la escuela rural es algo que siempre se ha hecho y es donde se obtienen mejores resultados académicos", dice Olivé. Los alumnos pasan un tiempo en su grupo de referencia, donde se plantean cuestiones y dudas o se planean proyectos. También pasan unas horas a la semana en "ambientes", que vendrían a ser instalaciones que "provocan el proceso de aprendizaje" a través de ejercicios, de juegos o de materiales. El niño es el que decide a qué "ambiente" asistir. Por último, se realizan proyectos a más largo plazo en los que se va introduciendo parte del currículo escolar. "El objetivo es respetar el tiempo de aprendizaje de cada persona, no todo el mundo tiene que hacer lo mismo a una edad determinada", explican Montserrat Navarro y Lidia Esteban, directora y secretaria respectivamente del CEIP El Martinet, en Ripollet. Esta escuela, abierta en el curso 2003-2004, ha servido de referente para muchos otros centros. También utilizan el método de la mezcla de edades - sólo en algunas actividades-,los ambientes y los proyectos. Han eliminado los exámenes y en su lugar hacen evaluaciones continuas, "aunque pasamos las pruebas que marca Educació", matiza Navarro. El curso que viene ya comenzarán con quinto de primaria. La idea es que el alumno descubra por sí mismo y con la ayuda de otros compañeros la lectura, la escritura, el cálculo, la geometría, la expresión oral... "Sólo intervenimos si el niño nos lo pide", explican estas profesoras. Lo mismo que hacen en el CEIP Joan Coromines de Mataró. "Nuestro objetivo es crear un tipo de aprendizaje no directivista, con el niño en el centro del proceso", afirma su director, Pep Sivilla. No imponen actividades, sino que dan herramientas para que cada alumno desarrolle sus inquietudes. En realidad, incide Sivilla, estas experiencias alternativas no hacen otra cosa que recuperar métodos pedagógicos del pasado, como en el de la escuela catalana de la República, el método Montessori o Reggio Emilia. Y el motivo de este resurgir en varias escuelas nuevas se debe a "la inquietud que existe entre los maestros sobre el camino que debe seguir la escuela en el siglo XXI", afirma Fina Monell, profesora del CEIP Ítaca. Otro de los ejes de estas escuelas es la implicación de las familias y el barrio en el que se ubican - participan en muchas actividades del centro-,una de las cuestiones que más valora Joan Badia. Sin embargo, ve difícil que estos proyectos tengan continuidad en el tiempo, ya que la movilidad del profesorado - concurso de traslados-dificulta el mantenimiento de un mismo sistema y equipo docente.
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