miércoles, 6 de diciembre de 2023

La gran guía de la crianza, un magnífico libro

Alberto Soler, psicólogo y coautor de 'La gran guía de la crianza': "Las prisas son el enemigo número uno de la educación"

Este manual pretende acompañar a las familias y despejar sus dudas ante la amalgama de información sobre embarazo, lactancia y primera infancia

Tristeza y depresión posparto, colecho, autonomía en la alimentación, apego seguro, pantallas, juguetes, separación y divorcio... Hay tantos y tan variados temas que preocupan a los progenitores desde la concepción hasta los seis años de edad, que el psicólogo Alberto Soler (Valencia, 6 de febrero de 1982) los reúne todos tratando de poner orden en La gran guía de la crianza (Ed. Paidós). Junto a su pareja, la también psicóloga Concepción Roger, y ambos padres de tres hijos, pretenden acompañar a las familias y empatizar con ellas ante la sobreabundancia de contenido en redes sociales y opinadores diversos sobre lo que es "ser un buen padre y una buena madre".

El autor con su libro
Pregunta: Si nuestras abuelas, las abuelas de sus abuelas y todas las que nos precedieron criaron a sus hijos sin libros ni gurús, ¿qué nos pasa a las generaciones actuales?
Es síntoma de la pérdida de grupo, ante la falta de tribu. El reto está en cribar toda esa información. Lo que siempre recomiendo es mirar quién escribe lo que escribe y quién dice lo que dice. Es decir, en estos temas no hay una fórmula mágica aunque todo el mundo opine. Pero hay voces más o menos autorizadas en función de su perfil profesional. La salud mental es un área en la que hay mucho intrusismo. Ciertas asesorías y coaching invaden competencias sirviéndose de la palabra adecuada para no meterse en líos legales.

Pregunta: ¿Hay una edad mínima para ir a terapia? Porque se escucha mucho eso de: "Los que deberían ir a terapia son los padres"
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Te doy el ejemplo práctico de cómo trabajamos en nuestro centro. La primera sesión en terapia infantil nunca la tenemos con el niño, sino que hacemos una primera evaluación con los padres. En casos muy concretos en los que existen sospechas de que puede haber algún trastorno clínico o del desarrollo sí atendemos al niño, claro, pero por regla general, por debajo de los seis años un niño no es necesario que acuda a en terapia, sino que se trabaja con los padres.
Pregunta: "No es suficiente con que la relación de pareja funcione para lanzarse a tener un hijo", escriben en el libro. Sin embargo, cuántos críos han nacido para solucionar problemas de pareja, ¿no? Y ya veremos qué pasa...
Muchísimos casos. Tanto por estancamiento de la pareja como por deseo de una de las dos partes. El problema es poner el foco en las necesidades adultas y no tanto en la personita que traemos al mundo. La mitad de las de las relaciones de pareja acaban en divorcio. Tener un bebé sabiendo que la relación ya está haciendo aguas es meter directamente a ese nene o nena en una situación muy complicada.
Pregunta: Otro dato llamativo que comparten es que más de tres cuartas partes de las madres sienten tristeza o depresión posparto. ¿Cómo diferenciarlo y qué señales indican a esa mujer que es el momento de pedir ayuda?
Una inmensa mayoría de las madres tiene lo que se conoce como la tristeza posparto ante la dificultad de empezar un nuevo rol. Pero si pasan tres o cuatro semanas y esa tristeza no mengua, sino que va a más e incapacita en el día a día para hacerse cargo de sí misma y de la criatura, ahí ya no hablamos de una cuestión evolutiva normal, sino de una depresión posparto. Si no intervenimos a nivel terapéutico, además del apoyo del entorno, sí que tiende a cronificarse. Tampoco veo de utilidad poner la etiqueta, que puede ser hasta contraproducente porque se perciba como un ataque, pero sí podemos comentar: 'Oye, no te veo bien, me preocupo por ti y vamos a buscar ayuda'.
Pregunta: "Los potitos sólo deberían sacarnos de un apuro", dicen, pero muchos padres que echan mano del triturado ante la falta de tiempo. Mientras, existe un choque generacional entre los padres que le dan el ramillete de brócoli y el abuelo gritando que se va a ahogar el niño. ¿No hay un término medio?
En alimentación, como en todo, hay modas. Las batidoras y las trituradoras se inventaron hace cuatro días. Es decir, en la historia de la humanidad los triturados tienen bastante poco tiempo. Se nos ha hecho creer que necesitamos triturar absolutamente todo para hacer trozos muy pequeñitos o líquidos y eso no es así. Aunque no tengan dientes, son capaces de procesar los alimentos a partir de las encías. Lo importante en el baby-lead weaning que tanto se lleva ahora es la propia regulación de la comida. Significa destete regulado por el lactante, no comer a trozos. Es la propia criatura la que decide lo que se lleva a la boca, por lo que regula el hambre y la saciedad. A veces tenemos la paradoja de hacer el avión con la cuchara y en la guardería el niño haciendo ejercicios de motricidad fina. Nunca debemos obligar al niño a comer, en cualquiera de los casos.
Pregunta: La vida acelerada en la que estamos inmersos nos lleva a comer rápido y mal. ¿También a los hijos por extensión?
Claro. Un triturado procesado es mucho más sencillo: como alimentar al gato, con perdón. Lo pones al microondas, le das cuatro cucharadas y encima no mancha nada. Pero ahí la alimentación es pasiva, basta con meter nutrientes al cuerpo. Y comer es mucho más, porque es una parte de la socialización y aprendizaje del crío. Las prisas son el enemigo número uno de la educación.
Pregunta: También son las culpables del exceso de pantallas, ¿no? Así están entretenidos y podemos ser productivos mientras.
Por debajo de los dos años tienen que ser cero. Eso ya está más que demostrado y todas las sociedades médicas del mundo están de acuerdo porque interfiere en el desarrollo normal del cerebro. Tras la pandemia estamos viendo casos en los que un exceso de pantallas se confunde con Trastornos del Espectro del Autismo por el retraso en el lenguaje. Está a la orden del día. Y más mayores ya nos vamos a problemas como apuestas online, acceso precoz al porno, acoso escolar... Es un desastre tremendo que debemos regular.
Pregunta: Hay una vuelta a los libros de texto porque se está viendo que la comprensión lectora es mejor en papel que en pantalla. ¿Es necesario tener el objeto manipulable?
Países como Suecia, que fueron pioneros en la digitalización de las aulas, se han dado cuenta de que la comprensión lectora ha caído en picado y están relacionando este hecho con las incorporaciones tecnológicas. No es que un coche sea malo, pero yo no le doy las llaves a mi hijo para que lo conduzca hasta que no alcance una madurez. Con la tecnología debería ser lo mismo: un acceso muy ocasional, con control parental y contenidos de calidad.
Pregunta: ¿Cómo ve la tendencia nostálgica de regalar juguetes analógicos esta Navidad?
Es maravilloso. Una regla que tuve con mis hijos hasta que fueron más mayores y que he recomendado en consulta es regalar juguetes sin pilas, porque cuanto más hace el juguete, menos hace el niño. Las posibilidades con piezas LEGO, por ejemplo, son infinitas. Y un mensaje todavía más contracultura es que no hacen falta juguetes para jugar. A veces, son un obstáculo porque suponen un entretenimiento más que un pensamiento activo.
Pregunta: Una vez desterrado el modelo autoritario desde la psicología, ¿cómo alcanzar el equilibrio entre un apego seguro y la autonomía del niño?
Es la pregunta del millón. El autoritarismo es un modelo del que tenemos que huir y la autonomía el ideal a conseguir, pero cada caso es un mundo. Nos preocupamos mucho por la sobreprotección de los bebés, cuando son absolutamente dependientes en esa etapa. Ahí hay que satisfacer las necesidades inmediatamente. Es muy fácil aunque muy cansado, porque debes darle lo que te pida lo antes posible. Cambiarle el pañal, taparle porque hace frío... Pero a partir del año hay que empezar a filtrar los caprichos y ya se complica la ecuación. Ahí ya no es todo coger y sostener. Hay mucha presión para dejar pronto el pañal, la lactancia, una competición a ver quién camina antes y eso es absurdo, porque volvemos a las prisas y no todo lo van a hacer rápido y bien. La autonomía requiere mucho tiempo por nuestra parte. Que un niño se ate los cordones solo, duerma del tirón en su habitación o se ponga a hacer los deberes por su cuenta es el final de la historia. El principio es el niño que se niega a irse del parque, el que pide que lo acompañes a dormir, el que se mancha comiendo... Eso lleva tiempo pero es una inversión.
Pregunta: Un tema interesante que toca es el exceso de las extraescolares. ¿Estamos haciendo a los niños tan productivos como a nosotros mismos?
Yo receto en la consulta a los padres que permitan a sus hijos perder el tiempo. Vivimos en una sociedad competitiva e individualista y vemos la infancia como la antesala de la competición adulta. Queremos que nuestros hijos sepan cuatro idiomas, toquen seis instrumentos, nuevas tecnologías por un tubo... Y no les dejamos que hagan judo, que jueguen al pilla-pilla con los amigos... Soy un defensor de las extraescolares, porque no todo cabe en el currículo escolar, pero no todo tiene que ser productivo. Las extraescolares nos ayudan a desarrollar intereses y encontrar lo que nos gusta y ayuda a desconectar. Pero deberían estar orientadas también al disfrute y no sólo a la excelencia. Hay mucho ensayo-error, probando actividades y cambiando. Con mesura y tiempo que perder en la jornada, que también es básico.
Pregunta: ¿Falla en la sociedad el saber poner límites?
Tenemos una relación de amor-odio, porque hay quienes relacionan los límites con estilos autoritarios, cuando quizá es una forma de transmitir esos límites. Son necesarios para el desarrollo. No podemos educar a un niño sano sin poner límites, pero hay algunos más prescindibles y otros más necesarios. Lo importante es cómo los ponemos, porque no es necesario llegar a las amenazas o a los gritos.
Pregunta: En adultos se está viendo que el diálogo interno es muy importante. ¿En la infancia también sucede esa profecía autocumplida del 'tú no vales' y 'eres un inútil'?
Nosotros empezamos a generar nuestro autoconcepto a los 18 meses con lo que dicen acerca nuestra las personas que tenemos alrededor. La identidad construye nuestra autoestima intrínseca, la inconsciente, y ahí es base cómo nos han tratado de pequeños, la confianza que han depositado en nosotros, etc. Si hemos recibido muchos mensajes invalidantes, al final, vamos a actuar en consecuencia.
Pregunta: Muchos educadores trasladan la idea de que "hay mucha tontería a la hora de educar" y numerosos padres cuestionan todo lo que se hace desde la escuela. ¿Se ha perdido su autoridad como figura?
A mí me da mucha pena ver las peleas entre familia y escuela. No me parece justo el juicio constante de los docentes. Son profesionales muy capacitados, preparados y motivados que quieren lo mejor para los alumnos igual que nosotros queremos lo mejor para nuestros hijos. Lo que sucede es que cuando un niño sale de casa es uno más en la sociedad, no el más importante del conjunto. Es un trabajo que se debe hacer con la salida del entorno familiar. No puede adaptarse el colegio al niño, sino el niño al contexto del colegio. Desde un punto de vista pedagógico, sí, la escuela se adapta al alumnado. Pero no a cada alumno individual.
Pregunta: ¿La sobreabundancia provoca que los niños no valoren como antes?
Se tienen muchas más cosas de las que se necesitan. No es que tengamos que volver a ser unos ascetas que viven del aire, pero los críos hacen demasiadas cosas. El problema es que se acostumbran a un nivel de estimulación que no es sostenible. Cada vez necesitan más. Si tú estás acostumbrado a recibir ocho regalos por Navidad, como te traigan cuatro es un chafón enorme. Lo mismo pasa con las películas: somos intolerantes al aburrimiento y todo tiene que ser muy espectacular. Ahora no podríamos ver los dibujos de los años 80. Nuestro nivel de intensidad hace que todo nos sepa a nada.

Pregunta: Pero los adultos también vemos la serie de un atracón mirando el móvil a la vez.
Como sociedad, tenemos un gran déficit de atención y nos cuesta todo lo que no sea estimulación rápida.
Alberto Soler, psicólogo y máster en Psicología Clínica y de la Salud.©Oscar Corrons/NOP Films

Pregunta: Hay un montón de datos en el libro que sostienen la afirmación de que la maternidad aún no es igual a la paternidad. El 72% de los contratos a tiempo parcial son para ellas, una mujer cobra un 24% menos que su compañero hombre... ¿La corresponsabilidad existe?
Vamos en la buena dirección pero estamos lejos. Maternidad y paternidad no es la misma experiencia. A mí no me cosieron ni se me agrietaron los pezones. Mi papel es diferente, por lo que hacer esa equivalencia no es justo. Ni en el discurso ni en las políticas públicas. ¿Cómo puede ser que tú, madre, después de una cesárea tengas el mismo permiso que yo, padre?
Pregunta: Ahí la sociedad le puede decir que este avance en la equiparación de permisos ayuda a discriminar menos a la hora de contratar.
Pero se ha visto que no se acaba traduciendo en una mejora. Hay países que tienen una bolsa de tiempo mínimo para cada progenitor pero, después, se puede distribuir en función de las necesidades de cada familia. Quizá eso permite poder adecuarlo mejor. Pero que a las mujeres les haya costado tanto llegar a las 16 semanas de permiso y desde los años 80 no se haya mejorado mientras nosotros entramos por la puerta grande con exactamente el mismo permiso no lo veo justo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que la lactancia materna sea exclusiva los primeros seis meses de vida. Sólo tenemos cuatro meses de permiso, cuando es imposible compatibilizar los trabajos con la lactancia. Se debería reconocer esa discriminación positiva y proteger la maternidad a nivel social, reconociendo esa labor.
Pregunta: Los divorcios están a la orden del día y existen nuevos modelos de convivencia, como las familias reconstituidas. ¿Qué hacemos con esta complicación en casa?
Es un follón, pero no porque sea malo y lo bueno lo más tradicional, sino porque son diferentes realidades conviviendo bajo un mismo techo. Genera muchos conflictos porque si la pareja se suele divorciar porque no se pone de acuerdo, menos ahora por el niño. Tenemos que ir a mínimos, a una comunicación centrada en el bienestar del menor. Una buena coordinación entre los distintos entornos y respeto a las formas diferentes de hacer las cosas, sin entrar en contradicción. 
 
 Extraído de: https://www.elmundo.es/vida-sana/familia-y-co/2023/11/30/656612d621efa039258b45bc.html?utm_source=pocket-newtab-es-es