domingo, 13 de marzo de 2016

¿Vale la pena ir a una escuela alternativa o libre? ¿Aunque sólo sea los primeros años?

En la actualidad la mayoría de escuelas alternativas o libres solo abarcan hasta los 6 años de edad, etapa en que la escolarización no es obligatoria y, por lo tanto, los proyectos educativos alternativos tienen más flexibilidad y oportunidades de supervivencia.
Eso implica que muchos niños van a vivir el cambio de una escuela más alternativa hacia una primaria más convencional. Y muchos padres nos preguntamos si ese cambio es “traumático” o no, si vale la pena llevarlos si tarde o temprano van a acabar en el sistema habitual.
Matizo que uso la palabra “escuela alternativa” para englobar a distintos tipos de escuela que tienen como común denominador el respeto por la forma de ser de cada niño, sus procesos, su ritmo de aprendizaje, etc. Sería un debate extensísimo hablar aquí de las distintas tipologías de escuelas alternativas.
Quiero hablarte de este tema desde mi propia experiencia, desde lo que yo viví y sentí. Desde lo que supuso para mí ir a una escuela que, por aquel entonces, rompía moldes y cómo fue el cambio hacia una escuela mucho más convencional.
Para ponerte en situación te cuento que mi estreno con la “escolarización” fue en una escuela genial, en la que se respiraban aires de cambio. Estaba al frente Carles Parellada (si no le conoces te recomiendo buscar información sobre él y sobre la pedagogía sistémica, es una maravilla) quién lideró un proceso de transformación en una escuela pública convencional.
Recuerdo que las clases estaban estructuradas por rincones: teníamos un tobogán en clase, una casita, una tienda, una biblioteca en el altillo, sofás, teatro, mesas para pintar y crear, fogones para cocinar cuando salíamos de excursión… en la escuela había gallinas y grandes telares en los pasillos.
Escuela libre 1Es una foto pésima… de los ’80, jeje, pero se ve el tobogán, el altillo, una polea arriba… Soy la de la coleta rubia, jeje.
Los días empezaban con una “rotllana” (haciendo un corro) en la que cada uno podía expresar o contar lo que quería. Y hacíamos psicomotricidad cuando nadie sabía ni pronunciar la palabra, jeje.
Pero lo que había o no había realmente no es lo importante. Creo que lo fundamental era que se respetaba a cada niño en quién ya era, nunca se obligaba a nadie a hacer algo en concreto, la gran parte del tiempo era juego libre, que cada uno aprovechaba como creía mejor (incluso niños que venían de familias desestructuradas aprovechaban el tiempo para dormir, suena fuerte, pero es lo que necesitaban).
Me recuerdo plenamente feliz ahí, en ese lugar.
Pero mi familia se mudó y acabé en un lugar bien distinto. Una escuela 100% convencional dónde se buscaban los resultados académicos, se fomentaba la competitividad y las horas transcurrían pegados a una silla y un pupitre.
Francamente, fue un cambio brusco. No olvidaré jamás el primer día de clase, pasar de actuar libremente a estar sentada en un pupitre todas las horas del día (salvo el recreo, claro) me causó gran impresión. También el comportamiento y forma de relacionarse era distinto entre los niños. Al poco me adapté e hice mi grupo de amig@s, pero ahora, de adulta, reconozco lo distinto que fue ir a uno y otro lugar.
escuela tradicional
No quiero extenderme mucho más en las diferencias entre escuelas, solo era para que os pudierais hacer una imagen mental de cómo era cada una y comprender el cambio que viví.
EL CAMBIO DE UNA ESCUELA ALTERNATIVA A UNA CONVENCIONAL
Como ya sabrás y lo he dicho al principio del artículo también, el gran volumen de escuelas alternativas se encuentra en la franja de edad 1-6 años. Después, cuando empieza la etapa de la escolarización obligatoria las opciones caen en picado. Incluso en las escuelas tradicionales, parece que al llegar a la primaria se acaba todo el discurso más próximo al niño o respetuoso y de golpe empiezan los libros, los deberes y demás. Así que, irremediablemente, al menos de momento, muchos niños viven ese paso hacia un sistema más convencional.
En un montón de charlas y jornadas de puertas abiertas de escuelas alternativas he oído esta pregunta de parte de los padres. “Muy bien, me encanta vuestro proyecto, pero ¿a los 6 años qué? ¿Cómo va a vivir mi hijo el cambio a un sistema convencional, cuando se acabe esta escuelita tan chula?“.
Y la respuesta siempre suele ser la misma. Que como los niños han ido durante el primer septenio a una escuela respetuosa (etapa en que se sientan las bases de la personalidad)… están bien preparados para pasar a una primaria tradicional sin problemas y adaptándose estupendamente.
A mí estas afirmaciones, partiendo desde mi experiencia propia, siempre me han chirriado. No es que no crea que esos niños estén bien preparados para afrontar el cambio, pero sí me parece que partiendo de esa concepción podemos quitarle importancia a ese paso, que no deja de ser un cambio brusco o no deseado, al menos en muchas ocasiones.
Por supuesto, cada niño es un mundo y lo encajará de forma distinta, no hay reglas generales ni fijas, pero sí creo que minimizando ese paso podemos restarle la importancia que tiene o no estar atentos o abiertos al sentir del niño.
PERO SÍ VALE LA PENA IR A UNA ESCUELA ALTERNATIVA…
Sin embargo, no quiero dar la sensación de que no valga la pena ir a una escuela “libre” o “alternativa” mientras se pueda. Todo lo contrario. Siempre que me han preguntado si hubiera preferido no vivirlo… mi respuesta ha sido la misma: no cambiaría esa experiencia por nada del mundo. Lo único… es que ojalá hubiera podido ir siempre a un lugar más respetuoso.
escuela alternativa
El verano pasado tuve la suerte de conocer a Celeste Vaiana y poder charlar con ella sobre la escolarización, tipos de escuela y demás. Y me dijo algo que arrojó luz a mi experiencia y que quiero compartir contigo.
Me dijo que sí, que puede que el cambio sea duro, o que nos marque… pero lo bueno de haber ido los primeros años a un lugar en el que respeten al niño, su autonomía, sus deseos, en el que haya conexión con la familia y en el que se pueda aprender sin prisas y sin imposiciones es que ese niño puede crecer y desarrollarse tranquilo, sin presiones, sobretodo en una etapa en la que no puede verbalizar ni explicar muchas cosas de las que siente o que le suceden. De esa forma, evitamos que se queden grabadas en su cuerpo, en su inconsciente, y sin ser nombradas.
El cambio hacia una escuela convencional puede impresionar más o menos a un niño, depende de cada forma de ser, pero lo bueno es que cuando se sienta presionado, que el profesor impone el conocimiento, que se fomenta la competitividad o que sólo se evalúan los logros pero no los procesos… ese niño va a poder verbalizarlo, podrá llegar a casa y decir esto me gusta o no me gusta, me siento mal con ese estilo educativo (o no)… y los padres podrán acompañar esos sentimientos de la mejor forma posible, evitando que pasen de largo sin haberlos podido hablar, sin ponerle palabras.
En cambio, un niño de 3 años (o más pequeño aún) no puede hacer eso. Si se siente presionado o poco respetado en una escuela tradicional difícilmente va a poder verbalizarlo como si tuviera 6 o 7 años. Así que… si te preguntas si vale la pena ir a una escuela “libre”, “alternativa” o lo más respetuosa posible, aunque sea por un periodo corto… mi respuesta es SÍ, vale la pena:
– Sí porque todas las experiencias que vivirán serán un tesoro que queden para los peques.
– Sí porque a más pequeños son más vale la pena estar en escuelas que respeten sus ritmos y necesidades. Es la etapa en la que están configurando su personalidad.
– Sí porque harán el cambio hacia otro tipo de escuela estando más maduros, seguros de sí mismos, con capacidad de exteriorizar y verbalizar aquello que les disgusta.
 Sí porque haber recibido una educación viva y cercana a sus necesidades les dejará la huella de que eso es posible, de que un día lo vivieron, de que un día fueron respetados. En ellos permanecerá la esperanza de que otra educación es posible y, desde ahí, creo (o al menos deseo) podrán luchar por ese cambio el día de mañana, cuando tengan hijos o niños alrededor.
Esta es, al menos, mi experiencia. Pese a que pasé la mayor parte de mi educación en una escuela “convencional”, lo vivido durante los 7 primeros años me dejó un tesoro en las manos del que ahora, creo, también puede disfrutar el peque.
Seguro que muchas otras personas tendrán vivencias distintas a la mía pero creo que, en la gran mayoría de casos, respaldan esta idea de que vale la pena ir a una escuela que respete a los niños en su forma de ser, en sus ritmos e inquietudes, aunque solo sea durante los primeros años.
Un abrazo,
Clara
Extraido de: http://www.tierraenlasmanos.com/cambio-escuela-alternativa-escuela-convencional/