sábado, 12 de septiembre de 2009

La experiencia del parto natural

Los nacimientos en el hogar
Por Mikel Mantxola
La definición del parir natural que existe en nuestra cultura es más amplia, aunque en muchos casos se venda la versión natural de moda igual que se vende lo bio, que de natural y de “bio” no tiene más que el nombre.
Numerosas madres se refieren a que han tenido un parto natural porque en su asistencia no se ha utilizado ningún tipo de instrumento extractor como el forceps, la ventosa o las espátulas, por ejemplo, pero ignoran que en su parto se ha empleado un suero cargado de oxitocina, o que han parido en la posición menos fisiológica posible (tumbadas), o que el cordón umbilical ha sido seccionado antes de tiempo… y el recién nacido trasladado a una máquina incubadora…
Acabo de enumerar estas prácticas por citar algunas de las que nos alejan bastante del hecho natural y fisiológico de parir y nacer. Por supuesto, y por sentido común, no estoy en contra del progreso en la ciencia y tecnologías médicas siempre que sean utilizadas claramente en beneficio de la madre y del hijo, y siempre que no se abusen de ellas como está ocurriendo.
Sería utópico pensar en mi caso, después de 20 años asistiendo partos y trabajando con mujeres y niños, que todas las madres pueden parir de manera natural, pues siendo así, la profesión del obstetra o de la comadrona no tendría razón de ser. Si todo fuera tan fácil y tan perfecto y tan fisiológico y tan natural… ¿para qué tanta parafernalia? Descalificar gratuitamente todos los avances en la atención Materno-infantil sería una memez; nunca lo he hecho ni lo haré, aunque sí mantengo mi voz crítica hacia la evolución de la atención moderna al parto como acto casi quirúrgico, y reivindico el derecho de cualquier pareja a decidir parir en otro espacio que no sea la institución hospitalaria, mucho más íntimo, familiar, libre y ecológico como es la casa, el hogar.
Cuanto más avanzamos a nivel intelectual y tecnológico más perdemos nuestra raíz de mamíferos, nuestros instintos e incluso nuestra estructuración corporal, que nos permitía hasta hace algunos decenios parir sin demasiada ayuda de nadie en la mayoría de los casos. No se desarrolla igual, por ejemplo, la musculatura pélvica de una mujer africana que trabaja la tierra, que la musculatura de una europea sentada ocho horas al día delante de un ordenador… teniendo en cuenta además, que por su cultura la africana tendrá su primer hijo a los 15-16 años, y la europea a los 30…
Tal vez por estas y otras razones similares también de índole mental (nuestra civilización es la más paranoica de todas), parir en el mundo moderno supone todo un reto que nos ha alejado tremendamente de lo que había sido hasta hace pocos años. Aun así, pienso que nuestra cultura y nuestra tecnología nos permitirían disfrutar más del proceso del parto en condiciones que se acerquen al hecho biológico y emocional del mismo sin que por ello perdamos la alta cuota de seguridad que se ha alcanzado en occidente.
El ejemplo holandés
En Holanda, un país de referencia europea en muchos aspectos del progreso humano, la mitad de los partos se asisten en la casa a cargo de equipos de comadronas pagados por el Sistema Nacional de Salud Holandés, uno de los más avanzados del mundo en salud materno-infantil. ¿Sus estadísticas? Envidiables. La morbilidad (problemas en los partos tanto de la madre como del niño) es menor que en los países donde las mujeres paren en el hospital; y la mortalidad perinatal es la misma. Disminuyen enormemente la utilización de forceps, ventosas y anestesias, al igual que baja el número de cesáreas. En cambio, como hemos dicho antes, la salud de la madre y del niño es mejor, ya que existe muy poco intervencionismo, y por lo tanto menos efectos secundarios…Pero… ¿Qué se hace en Holanda cuando un parto normal en la casa se complica? Pues muy sencillo, el parto se deriva al hospital más cercano para ser intervenido o tratado con tecnología más sofisticada… Lo mismo que hacemos nosotros aquí. Es de pura lógica, parir en casa no significa rehusar al parto tecnológico-hospitalario si realmente es necesario. -¡Para eso está el hospital!, pensamos.
Un ejemplo claro de progreso y efectos secundarios puede ser la famosa anestesia epidural, sin duda un gran logro de la medicina moderna para combatir el dolor en los partos. La utilización de la misma se hace interesante en aquellas mujeres cuyo exceso de dolor en el parto es inaguantable o provoca una rigidez tal en la misma que bloquea el proceso de dilatación. Pero, la utilización masiva de la misma provoca que muchos de los procesos de expulsión del niño sean instrumentales, es decir, que quien va a sacar al bebé no es la madre, ya que por efecto de la anestesia no siente ganas de empujar, sino el obstetra con un instrumento extractor, con los posibles riesgos derivados del mismo… Con esto no quiero decir que las mujeres no tengan derecho a la anestesia epidural, lo que reivindico es que se les dé otras alternativas para trabajar el dolor y que puedan elegir (masajes, bañera caliente, movimientos, deambulación, la cuerda, pelotas, homeopatía, reflexoterapia…..) entre ellas y también la epidural, por supuesto.
Puestos en ello, ¿cuáles son las características que diferencian un parto natural, domiciliario, de un parto hospitalario? ¿Por qué cada vez aparecen más madres y padres que deciden evitar si es posible la asistencia hospitalaria del nacimiento de su hijo? Globalmente la respuesta es sencilla: para aumentar la seguridad, el dar a luz ha pasado de ser un acto íntimo y familiar a ser un protocolo clínico-quirúrgico-tecnológico cada vez más sofisticado. De realizarse en el nido ecológico de la pareja, a realizarse detrás de las puertas infranqueables de la institución hospitalaria, cuyo protagonismo ha sido robado a los verdaderos actores del parir y del nacer, que son la madre y el niño.
Respeto a la intimidad
El autor del libro Nacimiento sin violencia F. Leboyer decía en alguna de sus conferencias: Un acto vital, intuitivo e instintivo de la vida sexual de la mujer, lo transformamos en un proceso industrial, como si fuera una cadena de producción…
Respetar la intimidad, el tiempo, el mundo único y específico de cada mujer, de cada familia, sus expresiones y sus emociones, sus miedos y sus preocupaciones, sus fantasías, la respiración, los suspiros, las posturas, la libertad de expresar lo incontenible… lo que no se puede explicar de la experiencia de parir, pero sí se puede vivir y sentir… Escuchar atentamente… Compartir la intensidad y el silencio, las pausas, el sudor, la ilusión por el que está llegando… Aliviar, pero no suprimir… Ayudar humildemente con la experiencia, pero sin mandar… Cuidar amorosamente… Emocionarse como si fuera la primera vez… He aquí las premisas para cualquier profesional que atienda un parto natural, porque es la esencia de lo que piden cada vez más madres para ser acompañadas y asistidas en uno de los días más trascendentes de su vida.
Afortunadamente ya hay profesionales hospitalarios en cuyos servicios de atención al nacimiento se manejan criterios cercanos a lo anteriormente descrito, y que entienden abiertamente la decisión de muchas parejas de no utilizar los cauces más convencionales para tener su hijo. Esto es lo deseable, tener un abanico de posibilidades y la libertad de elegir. Me parece bien que haya mujeres que no quieran sentir ni una sola contracción dolorosa, para eso está el hospital y las anestesias.
Mujeres que se sientan mucho más seguras al lado de un quirófano o incluso dentro de él con una cesárea programada. Me parece fenomenal también que acudamos al hospital por el aspecto preventivo del por si acaso, o por el aspecto práctico de los tres días sin preocuparse de nada, porque el niño está mas vigilado… Cada núcleo familiar tendrá sus razones para hacerlo aquí o allá, de una manera o de otra… pero deberían coexistir diversas opciones que salgan del pensamiento único, tan alienante en los últimos tiempos…Y repito: poder elegir con información y con libertad.

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