sábado, 7 de febrero de 2009

Un día en la vida de un alumno Montessori

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Prof. Lidia Alonso

Es noche a las 7:05, esta mañana de mediados de invierno cuándo Jeanne Saunders se detiene en la zona de detención de la escuela Montessori a la que han asistido sus tres hijos desde que cada uno cumplió dos años.Jeanne ha hecho este viaje con tanta frecuencia a través de los años que la escuela le parece su segundo hogar. Ella trabaja en el centro de la ciudad y de rutina, no puede dejar su trabajo hasta después de las cinco. Su esposo enseña en las escuelas públicas locales y termina mucho más temprano. Él recogerá a los niños del programa post-escolar, alrededor de las 4:30, pero si se le hace tarde, sabe que los niños estarán bien hasta que llegue. La escuela se enorgullece de ser útil a las familias, y las familias aprecian el horario extendido y el campamento de verano.Teddy, Josh y Jennifer están absolutamente convencidos de que la escuela es su segundo hogar. Jennifer es una de esas niñas, que a través de los diez años en Montessori, habla de su escuela con cariño y firmeza. Los visitantes pueden verla con frecuencia, cuando sin vacilar un momento se acerca a recibirlos y ofrecerles una taza de café o acompañarlos en un recorrido por las instalaciones. Cuando la gente le pregunta si le gusta Montessori, ella sonríe y dice “Por supuesto, como puede alguien no querer este lugar. Tus maestros son tus mejores amigos, la tarea es verdaderamente interesante, y los otros niños son como tus hermanos y hermanas. Es una familia. Te sentís verdaderamente cerca de cada uno.”Jennifer acompaña a Teddy, de 4 años, y a Josh, que tiene 7, hasta la supervisión de la mañana. Después de dejarlos, camina cuesta debajo de la colina hasta la primaria superior (Upper School) en dónde cursa 7º grado. Se encuentra con dos de sus amigos en el camino, y se sienta a conversar con tranquilidad mientras espera que comience su primera clase.La supervisión de Teddy de la mañana, es en su salón habitual. Después de colgar su abrigo, se aproxima a Judy, miembro del personal de la escuela encargada de su salón, hasta que la escuela comienza oficialmente a las 8:30. Él pregunta si hay algo preparado para comer. Judy le sugiere que se sirva solo. Él se sirve con la cuchara una ración de cereal de un pequeño recipiente, y le agrega leche. Lleva su refrigerio de la mañana a una mesa pequeña y come. Los niños y los padres van apareciendo cada tanto, en la habitación y paulatinamente el número de niños del programa de la mañana temprano llega a 15.Después de tomar su desayuno, Teddy camina lentamente hasta el caballete de pintor y empieza a pintar con Teresa, una pequeñita que acaba de cumplir 3 años y que se ha incorporado a la clase hace solo unas pocas semanas. Ellos pintan tranquilos, dirigiéndose la palabra el uno al otro sobre nada en particular. Finalmente, Teddy se cansa de pintar y limpia y ordena todo. Por un momento se siente tentado a ir para afuera y dejar el caballete desordenado, pero cuidadosamente limpia y retira los materiales tal como aprendió durante más de dos años en Montessori.A las 8:30, llegan sus dos maestras, junto con varios niños más. Otros se agregan en seguida hasta que todos los 30 alumnos y dos maestras se mueven con tranquilidad por el salón.Los niños Montessori trabajan con materiales manipulables que hacen que los conceptos abstractos sean claros y concretos. Esos materiales permiten que los jóvenes alumnos desarrollen una clara imagen interna de los conceptos matemáticos, tales como cuán grande es el número mil, qué significa cuando nos referimos a la columna de los “cientos”, y que ocurre cuando dividimos un número por otro. Este enfoque tiene sentido para los niños.Sobre estas bases de aprendizaje experimental concreto, las operaciones matemáticas, tales como la adición, se aclaran y hacen concretas, permitiendo que el niño internalice una imagen clara de cómo funciona el proceso.Teddy y otro niño comienzan a trabajar juntos para construir y resolver un problema matemático. Usando juegos de tarjetas de números, cada uno decide cuantas unidades, decenas, centenas y unidades de mil habrá en su sumando. Las tarjetas que muestran las unidades 1 a 9, están impresas en verde, las tarjetas con los números 10 a 90 en azul, las tarjetas de los cientos 100 a 900 están impresas en tinta roja, y las tarjetas que muestran los números 1000 a 9000 están impresas en verde nuevamente, porque representan las unidades de mil.Mientras Teddy y su amigo construyen sus números, ellos deciden cuantas unidades quieren, encuentran la tarjeta que muestra la cantidad, la colocan en el ángulo superior derecho de su espacio de trabajo. Luego van al banco, una colección central de material de cuentas doradas, y recogen la cantidad de cuentas que se corresponde con la tarjeta de número seleccionada. Este proceso se repite con las decenas, las centenas, y las unidades de mil.Los dos sumandos se combinan en el proceso que llamamos adición. Comenzando con las unidades, los niños cuentan las cantidades combinadas para determinar el resultado de sumarlas juntas.Si el resultado es nueve o menos, ellos simplemente encuentran la tarjeta con el número grande que representa la respuesta. Si la adición ha resultado en una cantidad de diez cuentas o más, los niños se detienen a la cuenta de diez y llevan estas unidades al banco para cambiarlas por una barra de diez: diez unidades es igual a diez. Este proceso se repite con las decenas, las centenas y las unidades de mil.Son aproximadamente las diez, ahora y Teddy tiene un poco de hambre. Se dirige a la mesa con el refrigerio y se prepara varias porciones de apio relleno con manteca de maní. Se sirve una taza de jugo de manzana, usando una pequeña jarra que tiene el tamaño justo para sus manos pequeñas. Cuando terminó, Teddy seca su mantel individual.La limpieza de su refrigerio le despertó a Teddy ganas de limpiar realmente algo, y elige el lavado de mesa. Toma el balde, una jarra pequeña, una esponja, un cepillo de limpieza, toalla y jabón suficiente y procede a fregar la mesa pequeña lenta y metódicamente. Mientras trabaja, está absorto en el diseño que su cepillo y esponja hicieron en la espuma de jabón sobre la superficie de la mesa. Teddy devuelve todo a su lugar de depósito. Cuando terminó, la mesa está más o menos limpia y seca; un niño de cuatro años lava una mesa por el mero placer del proceso; que conduzca a una superficie más limpia es casual. Lo que Teddy está aprendiendo por sobre todas las cosas, es un sentido interno de orden, un mayor sentido de independencia, y una mayor capacidad para concentrarse y seguir una secuencia de pasos compleja.Teddy se mueve libremente por el salón de clase, escogiendo actividades que le llaman la atención. En un sentido muy real, Teddy y sus compañeros son responsables del cuidado de este ambiente tamaño niño. Cuando sienten hambre, se preparan su propio refrigerio y bebida. Van al baño sin ayuda. Cuando algo se derrama, se ayudan mutuamente a limpiar todo cuidadosamente. Podemos ver niños cortando fruta cruda y vegetales, barriendo, desempolvado, lavando ventanas. Ponen la mesa, se atan sus zapatos, lustran platería, y crecen constantemente en su autoestima e independencia.Como Teddy se da cuenta que las plantas necesitan agua, lleva la regadera, de planta en planta, sin derramar una gota.Ahora son las 11, y una de sus maestras, Ana, se le acerca y le pregunta como ha sido la mañana. Ellos se traban en una conversación sobre sus últimos intereses, lo que lleva a Ana a sugerir otra lección de lectura.Ella y Teddy se sientan frente a un pequeño mantelito individual con varias tabletas de madera, sobre las cuales están trazadas las letras en papel de lija. Ana escoge una tarjeta y lentamente delinea la letra “d”, pronunciando lentamente el sonido fonético de la letra: dh, dh, dh. Teddy delinea la letra lentamente con su manito y repite el sonido hecho por su maestra.Teddy no la conoce como la letra “de”; durante el próximo año aproximadamente, él solamente la llamará por su sonido fonético: dh. De esta manera, no necesita aprender el proceso usual de convertir el nombre de la letra “d”, al sonido que hace, dh. Prosiguiendo con dos o tres letras más, Ana ayuda a Teddy lentamente a armar una colección de letras que conoce por su sonido fonético.Ana ayuda a Teddy en un proceso de tres pasos: “Teddy, ésta es dh” ¿Podés decir dh? ¡Fantástico! Ahora, ésta es bh (la letra b) Teddy, ¿Podés mostrarme la dh? ¿Podés darme la bh? Correcto. De acuerdo, ¿qué es esto (levantando una de las letras de papel de lija que acaba de presentar)?” Teddy responde, y el proceso continúa otros pocos minutos. La lección completa es bastante corta, quizá de quince minutos más o menos. Antes que pase mucho tiempo, Teddy empezará a poner sonidos juntos para formar palabras simples de tres letras.El día de Teddy continúa igual que comenzó la mañana. Almuerza con la clase a las 11:45, después de lo cual sale con sus amigos a jugar en la nieve. Después del almuerzo, la maestra de español, entra al salón y se pone a trabajar con un grupo reducido de alumnos. Finalmente, le da una palmadita a Teddy en su hombro y le pregunta si él quiere ir con ella a una lección. Él sonríe, pero se rehúsa amablemente. Está demasiado ocupado con el proyecto que eligió.Por la tarde, hace algo de arte, escucha una selección de grabaciones del ballet Cascanueces, trabaja en sus nombres de formas con el gabinete de geometría, y completa un rompecabezas del mapa de los Estados Unidos.Cuando el día termina, Teddy probablemente completó veinte o treinta actividades diferentes, la mayoría de las cuáles representa contenido curricular suficientemente avanzado para alguien que, después de todo, acaba de cumplir cuatro, hace dos meses. Pero cuando su papá lo retira a las 4:50, su respuesta a las preguntas habituales sobre “¿Qué hiciste en la escuela hoy?” no es diferente a la de muchos chicos. “¡Oh!, no sé. ¡Creo que hice un montón de cosas!”
Traducido Pro. Lidia Alonso
Extraido de http://otra-educacion-es-posible.blogspot.com/

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